Una pardela en MADRID

  Lágrimas de agua dulce recorren la espalda de una sirena. Cánticos lejanos confunden a los pescadores en su faena. Espumas dulces que agotan las vidas y azuzan la pena. Lágrimas saladas esperan en las espaldas del miedo que todo envenena. La vida en un hilo, un suspiro, un poema… Espumas blancas y sanguinolentas allí donde despiertan las tormentas. Lloran las sirenas … En el mar de todos mis poemas. Lagrimas dulces en la espalda de una sirena. Lagrimas inconexas. Inmensas. Extensas… ¡Tus labios mientras me besas…!

Enséñame a amar, a hacer camino. Aunque duela, y a veces sea dañino. Regálame las flores que crecen en el último destino.  Allí en lo eterno y lo efímero. ¡Qué vuelvan aves dóciles a tu ventana! ¡Qué duerma la noche en nuestra mañana! Refugio de nuestras penas son las horas de silencio. Un encuentro del alma con los sueños. Allí donde de nadie somos dueños. Silencio que se transforma en desenfreno. Enséñame a vivir sin ti y contigo. Que todo sea eterno… ¡Enséñame cuando yo! …yo te espero. Donde no hay ya flores, pero siempre hay un recuerdo.