Una pardela en MADRID

Despertar, abrir los ojos, y encontrarse con los tuyos, cerrados, esperando durmientes…profundos. Respirar tu fragancia, la esencia de tu cuerpo, sin ambages, llenando de gritos sordos los detalles nocturnos. Tocar, con manos torpes, en la penumbra tu piel. Rozar tu rostro, la orografía de tu tez… Saborear el aire respirado, exhalación de vida, resuello divino, agonía terrestre de un pez… Oír en silencio las balbuceantes palabras de tus sueños debidos. Sentir la vida a tu lado. Los momentos… Los lloros…con y sin agravios. Los lamentos… Los desafíos… Los sentidos callados pero vivos. El color que los años van dibujando. El paisaje infinito lleno de besos que debo, y los abrazos que no abarco. Las despedidas. Las bienvenidas. Los días inocentes. Las pausas impacientes… La vida…tu vida…mi vida. Los días que aún no han nacido, Los vientos que no son tormenta… Las lluvias como torrentes.

Paredes vacías pintadas de grises… Miles de partículas tristes vuelan en imperceptibles motas de inapreciable olor… Todo se confunde tenue y brumoso tras una mirada de amor… Lazos escondidos, ocultos en piel sedosa. En silencio…escuchas el alma hueca, la huella profunda que hace la vida pequeña y curiosa. Besos lejanos… Ojos en la oscuridad que pesan tu alma. Besos humanos… Caricias divinas… Allí vuela la melancolía y te ahoga el aire que neutro se viste. Miran ojos oscuros a la luz del día… Suave es la música que aún me guía. Tormenta de inconexos versos en esta incolora melodía. En esta dulce agonía…