ALMA ENSANGRENTADA...
Se ensangrentó mi alma, ¡me duele el alma!
Como despojos de la avaricia de los pudientes.
¡Los Inmisericordiados,
Los Refugiados,
Los Ahogados,
Los Maltratados!
Se me llena el alma de sangre inocente, el alma de aquella gente diferente. No tengo aliento no me consuela ningún alimento.
Me duele no poder consolar todas sus mañanas hechas de miedos y los largos días hechos de desvelos.
Almas de pobreza mojada, que abofetea y moja, solo a los similares nos da congoja…
Me duele y no puedo llorar, la indiferencia me seco las lágrimas, me ahogó de lejanas penas.
Me duele y quiero despertar de toda esta mentira absurda, creada por mentes llenas de basura.
Las estaciones ya no traen trenes de amor, solo viene congoja y dolor.
Me duele el alma que se quedó tumbada en esa playa, donde ya no hay nada, solo tu sombra inacabada.
Solo quedan las invisibles miradas de los que aún nadamos en aguas placidas, y no sabemos el mañana.
¡Solo queda la mirada…!
La desoladora mala hora, el desamor más imperfecto.
Me duele la indiferencia…la indecencia hecha a base de
negligencia.
Se quedaron mis ojos, mis lágrimas; mi alma, tras la imagen de una vida inacabada…
Se quedó todo lo que aún era esperanza.
Se quedó el sueño, el juguete roto contra la arena,
donde ya no queda ni una palabra, ni una oración…
Donde todo nos desconsuela allá donde todo ya desespera…
Alma de espinas y de esperas…tristes esperas.
Juan Salvador Pérez Hernández
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