MANOS...


Manos…

Aquellos días donde contemplaba tus manos heridas por el tiempo
Rotas manos de esfuerzos, rotos esfuerzos de la vida, rotas horas, rotos días.
Necesitaba tus caricias pero nunca te atrevías.
Tenías miedo a contagiarme con tus heridas, las heridas de la vida.
Aquellos días donde contemplaba tus manos que me protegían.
Siempre desentrañaba de ti una sonrisa en silencio cuando el tiempo se detenía y hacías felices aquellos instantes en los que te contemplaba.
Nunca me reprochaste nada, nunca me pediste  nada.
Simplemente te bastaba con saber que tus manos ensangrentadas, endurecidas y gastadas eran para mí un misterio, el único misterio del que nunca supe nada, sin reproches, sin palabras solo tus manos gastadas, solo tú y tus pocas palabras en manos ensangrentadas.

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